
Recordaba paseos bajo árboles de neón en cielos de tonos rosáceos, la sonrisa de unos labios manchados con carmín rojo, el tacto de su mano al acariciarle la cara, recuerdos que pasan como escenas de películas una tras otra, sin ningún tipo de contexto.
Sus seis cuerdas podían expresar más que cualquier palabra, sus diez dedos cargaban con más dolor que cualquier otra persona. Juntos tenían el poder de parar el tiempo, juntos podían hacerse olvidar lo miserable que era todo. Ojalá hubiera sido todo igual con ella…
Apuró su cigarro, marcó su número… y de nuevo nada, no se atrevió a llamar. Soltó su móvil para darle otro sorbo a su copa.. cerró los ojos y durante un segundo...solo durante un segundo... un segundo largo como una eternidad, en el que por fin encontró algo de paz.
Pero su paz fue interrumpida, algo empezó a vibrar sobre la mesa, sacándolo de su trance, eterno, que no quería que acabara, pero que sólo duro eso, una eternidad, un segundo...
Miró a la mesa, quería saber que era eso que lo perturbaba, y entonces se fijó atónito... tenia una llamada...
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