martes, 15 de enero de 2013

Las palabras acertadas


     La primera vez que se vieron tenían apenas diecisiete años. Sus familias, dos de las mejores situadas económicamente de la zona planearon un matrimonio de conveniencia entre ellos, arreglo que sería muy provechoso para ambas familias.

     Él, muy nervioso, con porte de galán, erguido y entallado en sus mejores galas esperaba en el salón principal a la que sería su esposa. Su nerviosismo se debía a la cantidad historias que había escuchado sobre ella, sobre su belleza, sobre cuantos la habían pretendido de forma frustrada, y con la cabeza llena de los comentarios de sus familiares que no hacían mas que describirle lo feliz y dichoso de un matrimonio con una mujer así y de tal familia.

     Se arreglaba la corbata mientras se repetía a si mismo a modo de discurso, una y otra vez, las primeras palabras que le dirigiría. Unas primeras palabras que veía como cruciales, y, en las que tenía por seguro que no fallaría en su intento de impresionarla y enamorarla.

     Aquel momento fue en el que la vio por primera vez, apareció por la puerta principal del salón, y fue con su aparición en la estancia que desaparecieron todas sus palabras, todos sus argumentos, simplemente se paró el tiempo y no pudo mas que observar aquella chica envuelta en un halo de luz.

            - … Intentó presentarse pero no brotaban las palabras, cosa que lo puso aún mas 
            nervioso.No podía mas que observar aquella presencia que lo sobrecogía.

            -¿ Por qué he de casarme con este enclenque padre?, apenas es capaz de encadenar 
            dos simples palabras, no deseo casarme padre, no deseo hacerlo con él, si ni apenas 
            lo conozco, ni se su  nombre…

     El padre interrumpió el discurso de su hija con una sonora bofetada que retumbó en todo el salón. Después de mandarla retirarse a su habitación  se giró para disculparse con sus invitados. - Son cosas de la edad, ¿sabe?, esta muy nerviosa y no sabe lo que dice, estamos muy contentos con la noticia del enlace.

     Si hubo algo que le pesara mas que aquellas palabras de su prometida y su metedura de pata al no haber podido siquiera dirigirse a ella, fue la mirada que le dirigió mientras se retiraba, una mirada tan fría que le heló hasta el alma.

     Seguía disperso, entre un estado de vergüenza y reflexiones sobre aquel primer encuentro. No sabría decir si fueron segundos o años, pero el caso es que, cuando volvió a centrar su atención en los allí presentes se dirigió a ambos con una seguridad impropia para alguien de su edad.
- Concretamos que la boda seria en un año, ¿cierto?. Dejadme vivir aquí hasta entonces, dejadme conocerla.

     Aunque sorprendidos por la actitud y el aplomo del joven, a ambos les pareció una magnifica idea. Y así fue, esa misma noche llevaron su equipaje a la casa y se instaló en una de las habitaciones que estaban desocupadas.


     Ella se moría porque la quisieran, él se moría por quererla.Y así fue que empezó todo, así fue que empezó a urdir su plan. Pese a pasar mucho tiempo juntos a diario nunca se dirigían la palabra. Y ahí radicaba la base de su estratagema, un plan para decirle a diario todo lo que sentía por ella, para declararsele de mil maneras distintas, eso si, sin llegar jamás a dirigirle la más mínima palabra.

     Cada mañana al despertar ella tenia flores recién cortadas en el jarrón que había en su tocador, flores cada día distintas, y que, en la mayoría de los casos ella no había visto nunca o jamás imaginó que crecieran por los alrededores.

     Cuando salían a pasear a diario, él, que siempre caminaba unos pasos por delante de ella, aunque mas que nada por vergüenza o por rechazo por parte de ella,  la sorprendía con nuevas rutas cada día, la llevaba a lugares idílicos y en los que jamás había estado.

     Había días, en los que simplemente cuando deambulaba por la casa cuando encontraba que él le había dejado un disco de vinilo (ella adoraba escuchar música en su gramófono cuando tenía ocasión, pero era algo que se antojaba casi como un lujo debido a lo difícil que era encontrar un vinilo por aquella zona) o encontraba que le había dejado un nuevo relato, o un poema en el escritorio para que se distrajera leyendo, otro de sus hobbies favoritos.

     Ella respondía siempre igual a los esfuerzos que él hacia, sin pronunciar una sola palabra y con gestos de frialdad, de indiferencia hacia sus detalles. Sin embargo, con el tiempo, él se percató de que cuando ella creía que estaba sola, que nadie la acompañaba, corría a su cuarto a oler las flores de su tocador, que volvía a releer y recolocaba en un álbum cada relato, cada poema que aunque él creía que pasaban desapercibidos para ella, los guardaba cual tesoros. Y como sonreía al hacerlo…su expresión se volvía de lo más cálida, parecía otra persona cuando miraba aquel album.

     Y así pasaron los meses, muchas veces se hacía la dormida esperando ansiosa que vinieran a dejar en su tocador las flores, pensando con que variedad de flor la sorprendería esa mañana. Aunque después, cara a su prometido fingiera no prestarles la más mínima atención. Cuando caminaban había veces que sin darse cuenta se adelantaba a caminar a su lado, y alguna vez se sorprendió a si misma a punto de cogerlo de la mano al caminar. Tarareaba las canciones de los discos que él le regalaba cuando tenia que hacer sus labores, y muchas veces sin saber porque no podía parar de sonreír.


     Fue entonces cuando él cayó enfermo. Llevaba unos días sin salir de la cama , apenas podía sostenerse en pie ya que se encontraba muy débil para ello. Aquella mañana cuando llegó el medico ella espiaba tras la puerta del despacho de su padre. El medico no traía buenas noticias. - Un par de días, puede que una semana, lo siento mucho.

     Al  escuchar esto rompió a llorar en el pasillo cayendo al suelo del impacto que supuso para ella la noticia. Lagrimas que brotaron en furia, se levantó y tras limpiar de su cara enrojecida las lagrimas se dirigió a su habitación.

     Entro hecha una furia, dando un portazo que lo despertó y sobresaltó, él estaba muy pálido, apenas encontraba fuerzas para mirarla, aún así, ella no aplacó su furia, sino que enfado aún más. Fue entonces que ella le dirigió sus primeras palabras desde que se conocían.

            - ¡Levanta de la cama! , ¡lo supe desde el primer momento que te vi!, ¡no eres más que 
            un enclenque!. ¿Quien me traerá ahora flores cada mañana?. ¿Con quien pasearé 
            ahora?. ¿Por qué tuviste que hacerlo si nunca te pedí nada?, ¡si nunca te agradecí 
            nada!.¡ERES UN ENCLENQUE! ,¡UN IMBECIL!. ¡No debiste quedarte, no debiste
            quererme!, ¡INUTIL!.

     Ya no podía aguantar más las lagrimas, cayó sobre los pies de la cama y rompió  a llorar desconsoladamente. - ¿Y quien va a quererme ahora, eh?…¿a quien voy a querer?. Dijo entre sollozos. Lo miró, y él haciendo un esfuerzo , le pidió que se acercara con un gesto. 

     Fue entonces cuando le dijo aquellas primeras palabras que llevaba pensando desde que quedó disperso tras su desplante el día que se conocieron. Aquellas palabras que no pudo decirle en su día y ahora brotaban, aquellas con las que conseguiría impresionarla, con las que conseguiría enamorarla. Fue entonces cuando mirandola a los ojos comenzó a hablar…