martes, 25 de febrero de 2014

La vieja Jukebox


Me duraste los versos de una entrada y un estribillo sin acabar.


        Ella saboreaba cada calada de aquel último cigarro con la mirada perdida en un fundido con aquel azul grisáceo del cielo de aquella pequeña ciudad. Si tú estas bien yo también, se repetía a si misma intentando creerse sus palabras. 

        Las pisadas se marcaban pegajosas un suelo sucio que había pasado por días mejores. Su sonrisa tensa, de esas que dejan escapar algún suspiro en el peor momento de guardia baja.

        Para él la situación no  muy era distinta, por no decir igual. Vomitaba versos sobre un papel con la esperanza de tal vez así llamar un poco su atención, con la esperanza de dejar de ser invisible por lo menos durante un pequeño instante, un instante de los que paran el reloj y alivian toda carga. La jukebox estaba cargada con más balas de las que él era capaz de esquivar.



Siempre nos quedarán canciones en días grises



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