Aprendió a desidealizar amores sólo existentes en novelas de ciencia ficción, a medir el tiempo con canciones, que si no encontraba consuelo en el fondo de un vaso o entre sábanas de seda fuera, quizás, porque hay fantasmas que jamás desaparecen y cicatrices que no pueden maquillarse al no estar a flor de piel.
Luces titilantes, como si de un carrusel se tratase, lo devolvían a un mar de realidad, un mundo abstracto entre tanta prosa. Un mundo más que vacío, habitado por siluetas de sueños y apariencias que lo diluyen todo.
"...bastará con unas cuantas vidas, es más que suficiente la medida."
Menos mal que, pase lo que pase, siempre quedan las canciones.
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